Mi experiencia (actualizada): la candidiasis se cura.

Mi experiencia (actualizada): la candidiasis se cura.

Para las personas que no me conozcan, comienzo presentándome. Me llamo Estefanía Martel, soy psicóloga-psicoterapeuta y dietista, y después de un largo y duro proceso de crecimiento personal en el que aún me encuentro inmersa, decidí dedicar mi vida a acompañar a otras personas a recuperar su salud física y emocional, sobre todo en los ámbitos en los que tengo más formación y experiencia personal: candidiasis, salud digestiva, ansiedad y depresión.

Me decido a escribir esta entrada para compartir cómo me encuentro después de haber superado una candidiasis crónica y sistémica que me acompañó prácticamente desde que nací, y demostrar con mi experiencia que es posible recuperarse a pesar de estar tan mal como lo estuve yo. Que es posible no volver a recaer si aprendemos a cuidarnos física y emocionalmente.

Me cuesta recordar cuántos años han pasado desde que descubrí lo que me pasaba y conseguí recuperar mi salud. Se que objetivamente no han sido muchos, pero los he vivido como si de una vida nueva se tratara, así que los recuerdos de mi anterior vida bajo los efectos de la candidiasis cada vez son más difusos para mí.

Lo que no consigo olvidar es la sensación de que aquello no era vida, de que sintiéndome así no merecía la pena vivir. Y la incomprensión. Y la soledad. Y los interminables peregrinajes por los médicos, sin encontrar solución a lo que me pasaba.

SÍNTOMAS

Estos son algunos de los síntomas que manifestaba, prácticamente desde que tengo uso de razón:

  • Fatiga crónica. Cero energía, y somnolencia constante.
  • Hinchazón abdominal (vientre de embarazada de 5 o 6 meses), vientre muy duro, gases, punzadas de dolor, estreñimiento alternado con diarreas.
  • Infecciones vaginales. Flujo espeso y maloliente, picor, dolor, sequedad y hasta sangrado al mantener relaciones sexuales.
  • Infecciones de orina recurrentes.
  • Irresistible deseo de comer carbohidratos (pan, patatas, dulces…).
  • Bronquitis, sinusitis, faringitis y laringitis crónicas, neumonías y alergias. Tos y mucosidad abundante y constante. Afonía.
  • Enfermedad reumática (raynaud primario), dedos de las manos extremadamente hinchados y doloridos.
  • Sensación de borrachera y resaca, sin haber consumido alcohol.
  • Piel extremadamente seca, incluida la de los labios y el cuero cabelludo. Sensación de picor constante.
  • Sensación de frío constante, sobre todo en pies y manos.
  • Llagas de pus en boca, lengua y garganta.
  • Náuseas, vómitos.
  • Cefaleas tensionales, dolores de cabeza constantes.
  • Depresión, altibajos emocionales, cambios de humor. Ideas suicidas.
  • Sensación de “no pertenecer a este mundo”, de irrealidad, apatía.
  • Dificultad para concentrarme y pérdidas de memoria.
  • Mareos. Visión borrosa.
  • Calambres musculares. Hormigueo y sensación de pesadez en piernas.
  • Intolerancia a la fructosa.
  • Insomnio, pesadillas.

Como ven, toda una maravilla la vida que llevaba… No fue hasta que me diagnosticaron oficialmente intolerancia a la fructosa, y el médico me mandara a casa con un listado de alimentos prohibidos y permitidos y un «suerte», que empecé a preguntarme y a investigar cómo era posible que mi intestino hubiera perdido la capacidad de metabolizar la fructosa, y gracias a las pistas que me dieron algunas personas cercanas que habían tenido brotes de candidiasis, que descubrí que el origen de lo que me pasaba podía ser una candidiasis sistémica y crónica. Mi madre también comparte muchos síntomas desde joven, así que probablemente al nacer sus bacterias patógenas poblaron mi intestino, y eso sumado a una mala alimentación y todo el estrés emocional que sufrí, me convirtieron en una niña sumamente frágil y enfermiza.

Para las que la padecen, comprenderán que entender qué me ocurría fue un gran gran paso. Ya no era una hipocondríaca, ni estaba «loca», ni exageraba, ni era ansiosa-depresiva «sin motivo». Todo tenía un sentido, y todos mis síntomas podían estar interconectados al amparo de un trastorno intestinal.

FASE 1: LOCURA «ANTICÁNDIDA»

Así que una vez comprendí lo que me sucedía, me puse a experimentar con todas las herramientas que encontré a mi alcance: dietas «anticándidas», antifúngicos, ayunos, «detox» a base de licuados…, con las que notaba pequeñas mejorías pero no terminaba de recuperarme del todo.

FASE 2: CORDURA PRO-SALUD INTESTINAL

Hasta que llegó a mí información acerca de la 801010 y la alimentación vegetal y cruda, con la cual ya había experimentado muchos años atrás, pero que había «olvidado» por completo. En ese momento dejé de buscar remedios para «matar» a las cándidas, y empecé a focalizarme en cómo mejorar mi salud intestinal y mis niveles de azúcar en sangre.

FASE 3: EL PARAÍSO

Y así fue como, después de unos meses con una alimentación 100% vegetal y cruda, baja en grasa, en la primavera-verano de 2013 terminé de recuperar mi salud. Desapareció la inflamación de mi vientre, el agotamiento extremo, la mucosidad e infecciones constantes, y comencé a experimentar una energía y alegría dentro de mí como nunca había sentido.

¿CÓMO ME HE SENTIDO DESDE ENTONCES?

Muchas personas me escriben para preguntarme si no he vuelto a recaer, o si aún continúo comiendo solo frutas.
Como ser humano que soy, por supuesto que he vuelto a enfermar en alguna ocasión. Soy una persona muy sensible en general, y necesito cuidarme para sentirme bien, así que cuando he pasado temporadas largas descuidando mi alimentación o sometiéndome a demasiado estrés, mi cuerpo (gracias!) no ha tardado en darme señales de que debía parar y volver a cuidarme. Lo bueno que tiene (que tengo) es que tan pronto lo (me) vuelvo a cuidar, recupero mi bienestar físico y la paz de mi corazón, las dos cosas que más anhelé siempre y valoro de este mundo.

No he vuelto a tener brotes de candidiasis vaginal, y mis digestiones son buenas en general (incluso comiendo con más frecuencia de la que me gustaría harinas, trigo, fritos, etc…). En lo que más lo noto cuando me descuido es en la energía y mi estado de ánimo, que decaen. También en que aparece ansiedad, y mi cuerpo y mi Ser me dicen «PARA, haz menos y siente más».

¿CUÁLES FUERON MIS CLAVES PARA RECUPERAR MI SALUD, Y LAS QUE UTILIZO CON MIS CLIENTAS?

  • TERAPIA EMOCIONAL. Siempre digo que estoy convencida de que sin el proceso de autonocimiento y crecimiento personal que viví gracias a los diferentes enfoques terapéuticos que fui probando e ir al psicólogo, no me hubiera curado tan rápido, o quizás nunca. Para mí la alimentación es la base, las raíces, pero desde ahí todo lo demás es autonocimiento y desarrollo a nivel psicológico y emocional. Yo tuve que aprender a “tragar” menos para asimilar mejor las cosas que me sucedían (comía), a centrarme en poquitas cosas que realmente me nutrieran e hicieran sentir satisfecha y feliz, y a poner límites y decir que no. Comencé a sanar la relación con “la madre” (la biológica, la comida, los cuidados, la ternura, el amor incondicional), y abordé mi eternamente presente culpa, y la fantasía de que si era perfecta o como los demás querían que fuera, me querrían más. Mejoré mi autoestima y mi relación con mi sexualidad, y comprendí que no sólo no soy ni estoy “sucia” (los hongos se alimentan de lo sucio, lo podrido), sino que además soy digna y merecedora de amor tal y como soy, con mis luces y mis sombras. Fundamental también encontrar el placer en el autocuidado, y no anestesiarme ni evitar emociones que nos resultan desagradables a través de la comida, el tabaco o el alcohol. En definitiva, aprender a respirar y abrir el corazón a todo lo que nos traen la vida y nuestras relaciones.
  • ALIMENTACIÓN PRO-SALUD INTESTINAL (no «anti-cándida»): mantener una alimentación basada al menos en un 80% en vegetales (en mi caso, al 100%, por motivos éticos), alta en crudos, baja-moderada en grasas y proteínas, y en harinas-cereales, eligiendo los azúcares y almidones más beneficiosos para el intestino (frutas, tubérculos, legumbres…). No debes seguir una dieta estándar, sino que la alimentación debe diseñarse y escogerse en función de cada contexto particular, es decir, debe ser completamente individualizada y personalizada.
  • HIDRATACIÓN CON AGUA DE CALIDAD. Esencial también el cambio que noté cuando dejé de beber agua del grifo, y más tarde embotellada, a nivel digestivo y energético. El agua es fundamental para multitud de funciones corporales y una buena digestión, por lo que poder consumir un agua filtrada y con la menor cantidad de tóxicos y disruptores endocrinos también debe ser una prioridad.
  • COMPLEMENTOS NUTRICIONALES. Aunque si bien es cierto que yo me curé sin nada más que no fueran los propios alimentos, por mi experiencia he podido comprobar cómo, cuando hay de base un problema de malabsorción intestinal, los complementos pueden ayudarnos a asegurarnos que, mientras esto mejora, estamos obteniendo todos los nutrientes que necesitamos para que el cuerpo funcione correctamente. En problemas de cándidas y desequilibrios de la flora bacteriana es común que se den déficits de vitaminas del grupo B, hierro, calcio, magnesio… y podemos llevar una alimentación perfecta, que mientras que no se restaure correctamente nuestra microbiota tendremos problemas de asimilación. Importante tener en cuenta que si decidimos tomar complementos nutricionales (que son eso, complementos, no indispensables siempre pero sí un buen extra), sean de máxima calidad, es decir, ecológicos y naturales, no sintéticos, pues entonces podrían perjudicarnos, o simplemente no ser eficaces.
  • AYUNOS. Aunque hoy no los realizaría de la misma manera, en su momento me sirvieron para permitir descansar a mi sistema digestivo y aprender muchísimo de mí misma, y bien asesorados y llevados a cabo me parecen una herramienta de salud indispensable.
  • Hacer comidas sencillas, para ahorrar esfuerzo digestivo, y masticar y ensalivar muy bien los alimentos.
  • Hacer una TRANSICIÓN PROGRESIVA, sin prisas, en función de los ritmos de adaptación que requiera cada cuerpo y mente. Cultivar la PACIENCIA.
  • Preguntarme siempre: ¿qué tengo que aprender?, ¿de qué me está informando este síntoma? Confiar, confiar y confiar ?

CONCLUSIÓN

¿La candidiasis, incluso la sistémica y crónica, se cura? Absolutamente sí, con el tiempo y las herramientas adecuadas. ¿Significa eso que, una vez recuperada, puedes volver a descuidarte y mal-tratarte, sin volver a enfermar? Por supuesto que no. Si vuelves a introducir en tu vida los elementos que te roban salud, volverás a enfermar.

No hacen falta dietas «anticándidas», ni antifúngicos, ni protocolos hiper agresivos para acabar con «la levadura maligna».

Tan solo necesitamos una alimentación y estilo de vida que sea amigable con nuestro intestino y con las bacterias que habitan en él. Con nuestro sistema digestivo y con nuestro corazón vulnerable. NADA MÁS Y NADA MENOS.

Si tenéis cualquier otra duda en la que os pueda ayudar, o precisáis de asesoramiento personalizado, podéis escribir a info@estefaniamartel.com

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